A veces me apetecería poder crecer al revés. Poder desaprender un poco. Me gustaría que me enseñaras a ser una niña de verdad y no una niña perdida. Que me lleves de la mano los domingos al circo o al parque, que me compres helados y me enseñes a saltar a la comba. Quiero que me lleves al colegio y me dejes quedarme el tiempo suficiente para aprender lo que es jugar en “el recreo” y hacer amigos importantes y amigos triviales, pero ser capaz de seguir recordando su cara diez años después. Me gustaría también que me enseñaras a leer cuentos para niños y no novelas para adultos para tener así pensamientos y cosas de niña, y que ver a mi padre me inspirara respeto y la sensación de que a su lado nada puede ir mal, y no todo lo contrario. Ir de vacaciones en familia. Que mi primer beso sea romántico y tímido en vez de sórdido e instintivo. Quiero que me lleves a vivir a una casa y que sea siempre la misma, poder sentirla mía y que mi habitación no quepa en un par de maletas y unos cuantos pósters que pueden llegar a cambiar de paredes hasta nueve veces al año. Quiero que me ayudes a acumular recuerdos que el tiempo no pueda borrar y que hagan que merezca la pena tener memoria y que desplacen a esos recuerdos que el subconsciente elimina para dejarme seguir viviendo.
A veces me gustaría tener el papel de la chica buena, sorprendentemente tierna y normal y no el de la chica mala y compleja que no sabe que responder o como comportarse ante situaciones demasiado sencillas y cotidianas.
Pero esto solo me ocurre a veces. En ocasiones: mientras me miro con tus ojos, cuando me escucho en tus palabras, cuando me asomo un poquito al otro lado del espejo. Pero es una sensación que no dura mucho y casi siempre da paso a una sonrisa. Y es que después de sentirme así me paro un instante a observarme con detenimiento, y miro esas marcas invisibles que me recorren todo el cuerpo y que me hacen ser quien soy. Las acaricio con el cariño que solo puedes profesar a aquellas cosas que durante largo tiempo provocaron repulsión antes de llegar a quererlas, y las expongo ante ti poco a poco, porque sé que son lo que me hacen ser la persona que te gusta ver cuando me miras.