miércoles, 21 de julio de 2010

Como un vestido de novia

     Cuando al fin se encontraron frente a frente, cuerpo a cuerpo, su boca se quedó paralizada. Literalmente. Como en esos sueños en los que quieres correr y no consigues mover las piernas, sus labios no respondían a ningún impulso, sus dientes se negaban a abrirse y permanecían juntos y apretados, y la lengua estaba atrapada en aquella cueva oscura y pastosa, incapaz de moverse o producir sonidos ayudada de la garganta, que estaba demasiado ocupada intentando dejar que el aire llegara hasta los pulmones a través del nudo que la oprimía.
     Llevaba tanto tiempo sin compartir su boca que ya no sabía cómo hacerlo. Después del último desengaño la había guardado celosamente como una novia a la que dejan plantada en el altar guardaría su vestido. Colocó sus labios en una cajita de nácar envueltos en vaporosas gasas, y guardó este tesoro en el fondo de un cajón para protegerlo de las polillas y del aire. De vez en cuando los sacaba cuidadosamente y los observaba nostálgica, soñando con el día en que volvieran a serle útiles. Allí , en el fondo del armario, se iban desgastando inútilmente, raídos de tiempo y desuso.
     Amargamente comprobó que ahora que por fin se los había vuelto a coser, dispuesta a volver a darles uso, ya no le servían de nada, desentrenados y andrajosos, deshilachados, pasados de moda.
     Y mientras sus cuerpos volvían a alejarse de nuevo, ante ella quedaron flotando la sonrisa, las palabras y el beso que su boca no fue capaz de sintetizar.






Con este "humilde" texto estreno mi nueva moleskine, preciosamente ilustrada por P de Pistacho, responsable tambien de mi maravillosa cabecera del blog. Gracias, gracias, gracias. (Y tú sabes que no es solo por tus regalos ^^)

La soledad

La soledad
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