lunes, 19 de noviembre de 2012

UN TIRAMISÚ PARA PEGGY SUE


Para hacer feliz a la chica de Buddy Holly
con muy poco seria suficiente:
un poema de Benedetti, un brugal con burguer king,
que la vayan a buscar al trabajo
o la lleven a un festival cronopiano y garrapatero.
La chica de Noviembre
se avergüenza de las formas de aparcar ajenas
pero no por ello intenta disimular que es rubia
ni que le encantaría haber tenido
un baile de fin de curso yanky.
También le gusta criticarme en familia
muy cerca de las cafeteras,
y presumir de que nos corre la misma tinta por las venas,
tinta que il mio canto quiere que se le hierva.
Hoy habrá veinte velas
para izar a bordo de un tiramisú,
y yo, que la conozco hace veinte años,
y por mucho que Gardel dijera que eso no es nada,
sé mejor que nadie que estos veinte versos no bastan
para describir a mi particular Peggy Sue.

domingo, 21 de octubre de 2012

LUNA DE MIEL SIN TI

Recorrí todos los puertos
buscando siempre el mismo agua,
mordí el polvo y escupí el semen,
me tragué las palabras y las torné en sangre,
me alcé derrotada en todas las cimas
hondeando la bandera de tu reino perdido
y bebí en más barras de las que puedo recordar
y colonicé al fin tu lado de la cama
dejando las ventanas abiertas
para fingirme que no te echo de menos
y que los vecinos no se enteren
de que son tus cartas las que no llegan.

CALLES ESTRECHAS

Verte para ver
que las palabras no se han roto,
que solo era necesario
volver a juntar los trozos.

Que la poesía y la noche
nos caminen verso a verso
por sendas de distancia y olvido
para acabar con este olvido distante.

Verte y escribir, escribir, y verte,
o escribirte para ver y ver así qué escribirte.

O dejar que se mueran las palabras
y se pudra el verso
y se derritan los cuentos,
que sean tus ojos los que hablen
y volver a ser poesía que pasea
por calles demasiado estrechas
como para volver a perdernos.

CAMBIAR LAS SÁBANAS

Sí, ya sé que llevamos mucho tiempo sin hablar, pero es que no se me ocurre nada que contarte, la verdad. Bueno si, que he decidido que hoy tampoco voy a cambiar las sábanas. La verdad, no veo la necesidad de hacerlo tan frecuentemente ahora que duermo siempre sola. Era divertida aquella época en que tenia que cambiarlas tan a menudo que a veces no les daba tiempo a secarse y tenias que dejarme unas prestadas, y otras veces era al revés y la que necesitaba mis sábanas eras tú, ¿te acuerdas? Parece que hace mucho tiempo y sin embargo...
En fin, que las sábanas se quedan como están. Mañana ya veremos. Así que no sé, supongo que tendré que buscar otra tarea inútil con la que llenar el día. Esas tenemos, si. Y no, no se me ocurre nada que hacer. Tal vez se deba a que de un tiempo a esta parte me parecen absurdas casi todas las rutinas que solía tener, como pintarme las uñas. Ultimamente las llevo siempre hechas un desastre, y sinceramente, querida, me importa una mierda. Bueno, en general, casi todo me importa una mierda. Me importa una mierda la poesía, me importa una mierda la política, me importa una mierda qué ponerme, me importa una mierda el cambio climático y si para comer hay lentejas o solomillo. Vamos, que podría decirse que he aceptado la frustración y la apatía como estados naturales absolutos y ya ni me sorprende lo poco que me importan las cosas que antes me importaban. Por ejemplo, ayer me puse a buscar el CD de Chavela que más me gustaba pero no apareció; buscándolo encontré uno de los Smiths y me pareció una buena elección, pero resultó que estaba rallado. Total, que acabé escuchando uno de esos deprimentes recopilatorios de baladas y no me importó, y así todo, no sé si me entiendes. O esas tardes en las que me planteo ver una peli de Fellini pero acabo tragándome cualquier serie yanki predecible e insípida, como si sintiera que Fellini no merece mi hastío. Eso si, no deja de sorprenderme la capacidad de algunos yankis para crear cosas banales y vacías de contenido.
No sé, chica, supongo que no me esperaba que la vida fuera esto. Y aún así aquí sigo, biologicamente viva. Mis necesidades básicas cubiertas, como esas personas que siguen con vida gracias a un respirador artificial pero sin ningún motivo más allá de complacer a ese absurdo instinto de supervivencia que al parecer traemos de serie. Una vida sin amor, sin riesgos, sin trabajo, sin amigos, sin magia. Simplemente inspirar, espirar, comer, digerir, defecar y dormir, con la única certeza de que nadie me va a dar el beso que consiga despertarme o a tener el valor suficiente para desconectar el interruptor...
En fin, nena, te dejo, que ya he divagado bastante entre autocompasión y chorradas por hoy. Ya te llamo yo un día de estos, que ahora tengo que hacer algo, estoy segura, pero no me acuerdo el qué... ¡Ah, si! ¡Cambiar las sábanas!
Un beso, y saluda a tu madre de mi parte. 

(22 de agosto de 2012)

FOTOSÍNTESIS

Cuando te fuiste planté lo nuestro en un macetero
y lo dejé en el rincón con más luz de la casa
para ver como nuestra historia crecía.
La riego cuidadosamente
y la visito de vez en cuando
para hablarle de ti
o de cualquier otra nimiedad.

Las hojas feas las quito
igual que ignoraba tus defectos,
y los nuevos brotes refuerzan mi creencia
de que algún día volverás.

Pero esta tarde he tenido un mal presentimiento,
o tal vez, peor aún, una revelación:
que lo nuestro es una quimera
y esto es solo una maceta,
y que no se trata de amor,
si no de fotosíntesis.


(23 de septiembre de 2012)

miércoles, 20 de junio de 2012

BARRIO

Las señoras van, tan solas y arrugadas,
cargando con sus gastados bracitos
austeras bolsas de la compra
en autobuses llenos de parados
con pinta de volver de una de esas entrevistas
para las que nunca son lo suficientemente buenos.
Hay manos que se alargan mecánicamente
a la espera de alguna moneda
y otras que reparten publicidad del menú del día
del sucio bar de la esquina
donde viejos solitarios beben sol y sombra
bajo la bandera de una patria de pantomima.
Los trozos de cartón se disponen
como colchón en cualquier cajero,
atisbo del fin del mundo al doblar la esquina.
La pintada revolucionaria de turno
comparte el muro con un "Jenny, te quiero"
y en el suelo se acumulan colillas
apuradas hasta las últimas consecuencias
y en el paso de peatones esperan
demasiadas mujeres embarazadas
para tan pocos metros cuadrados de futuro.
Las sultanas de mercadillo
van castigando baldosas con sus tacones baratos
y el orgullo de barrio pintado en los ojos
mientras la pandilla de las cuencas hundidas
comparte un cartón de vino en el banco de siempre.
Al otro lado de la calle algunos caminan
llevando bien controlada en el bolsillo,
por si acaso se la roban,
la duda de si eso será la vida real
o una deformada imitación.

lunes, 11 de junio de 2012

Circe

Suspiro. Por la vida, por el sexo,
por todos los poetas muertos.
Te acojo entre mis muslos,
me deslizo bajo un beso
y robo tu saliva para susurrarte
que el cariño mejor se lo tengas a los perros.
Auguro fatalidad con cada día nuevo,
la sombra de mis pasos me persigue con tus manos
que me muerden las esquinas tatuando oscuros cercos
mientras me niego a vestirte con la rutina de mis sábanas
y bostezo contigo camino del huerto
maldiciendo perezosa una oración
por la vida, por el sexo
y por todos los poetas muertos.

martes, 29 de mayo de 2012

Desarraigo

Nada. Vacío y un poco de humo
dibujando tu nombre capital en el aire,
revuelto con los platos rotos
y los bares que nunca cerramos.
Este será nuestro legado,
tatuado en cada uno de nuestros pasos sin rumbo.

Me emborracharé de nostalgia preventiva
y correré en círculos por tus calles que algún día creí mías, 
sintiendo que ya me fui, que esa ya no soy yo,
que el final llegó antes de lo esperado
y me encontró desnuda remendándome las ganas.

Acusaré a los segundos como únicos culpables 
por arrastrar siempre tras ellos a tantos minutos
con su manía de preceder lustros,
y suicidaré cada momento para evitar que sea el último
mientras recojo las cenizas de lo que nunca será
y me resigno a recalentar lo que juré no volver a comer.

Pero tú te alejas
y yo me pierdo
y me finges que te duele, 
y que no vuelvo,
y de nada sirve ocultar las pruebas 
que demuestran que algún día fuimos 
y que este final solo es el mismo mil veces repetido.

Negaré a quien me condene a vivir en una eterna despedida,
negaré que cada elección encierra en si misma una renuncia,
me negaré a mi misma y a todas las ciudades,
negaré la acción, 
negaré el verbo, 
negaré el miedo
y negaré tu nombre
y romperé el calendario
y quemaré los manuales 
y esconderé las maletas
y vacilaré con dudas externas
y me consolaré con amor ajeno.

Me esconderé para no perderme
en diminutas cajas de cerillas
donde atesorar los escasos recuerdos
y ocultar algunas lágrimas secas
para que el día que esté lejos
no me quede en el cuerpo ni una sola gota de tristeza
que me recuerde que nuestro castillo de naipes
se desvaneció para siempre
y que el puente de plata que me construí
yace hoy oxidado en el fondo del mar.

Así que no me pidas que me quede 
ni me hables del pasado,
pero sobre todo he de pedirte que no menciones al futuro,
que no pienso volver a malgastar saliva
bailando extrañas danzas con incómodas quimeras.


lunes, 14 de mayo de 2012

No te pido nada complicado

Ámame terriblemente.
Inyéctame en vena toda tu violencia poética,
arráncame la ropa y fóllame con descaro,
sin compasión ni remilgos,
sin pereza,
que las magulladuras duren para dar celos a otros,
y bésame después solo un poco,
que se me pegue la miel en los labios.
Róbame un cigarrillo
y lárgate antes de que te eche
para que pueda intentar echarte de menos.
Suplícame una noche más
aunque en el fondo no te importe,
hazme reír hasta que duela
y dime piropos de mentira.
Cántame canciones feas,
escríbeme poemas largos
y besa a otras cuando yo te vea.
Sacúdeme del cráneo la idea de amor romántico,
regálame un amor absurdo y esporádico, sucio,
sin planes ni promesas,
sin privatizaciones ni restaurantes,
sin boleros ni ataduras.
No me llames,
no me escribas,
no me busques,
que prefiero encontrarte yo cuando me pierda
antes que llegar a perderme
si algún día no me encuentras

martes, 17 de abril de 2012

Videojuegos de segunda

Desde aquí arriba el viento parece capaz de arrasar con todo, pero yo dejo que me balancee mientras la ropa vuela y recorre todos mis recovecos. Ante mis ojos se extiende la ciudad más allá de la ciudad, el impersonal y prediseñado suburbio con sus tiendas gourmet y sus guarderías bilingües. En el interior el parquet silencioso, los muebles de diseño sueco, las paredes asépticas y tu sueño pausado.

En mitad de todo esto contemplo mi reflejo como quien observa a un pingüino en medio de una fiesta tropical: no encajo. Demasiado poca cosa, excesivamente rara, no lo suficientemente cara, escasamente armoniosa. Me pregunto qué hago aquí, si no sería más digno agarrar mis cosas y largarme antes de que descubras que soy poco más que una intrusa y seas tú quien me invite a irme.

Me fijo en tus videojuegos y no puedo evitar reírme al sentirme una de ellos: la novedad cuyo lanzamiento coincidió con la semana más aburrida del año. Ese del que te encaprichaste tras probarlo un par de veces hasta que al final estuvo en tus manos. A pesar de no ser el tipo de juego que suele gustarte, la novedad mezclada con hastío te hacen jugar partida tras partida intensamente hasta que comiences a aburrirte y echar de menos los juegos de siempre, su calidad, los buenos gráficos, y entonces el juego experimental acabará en la estantería criando polvo. Y no lo echarás de menos, y cuando te encuentres con él te preguntarás cómo pudiste gastar en algo así tanto tiempo.

Comprendo que es absurdo y cruel compararme con algo que odio, así que deshecho de un manotazo mis pensamientos y me pincho sin querer con uno de los erizos de Schopenhauer. Finalmente decido volver a la cama, que con los tiempos que corren no viene mal un poco de calor. Y si se trata de un juego, pues que gane el mejor.
.

jueves, 5 de abril de 2012

Basura y desencuentros

Saldremos de aquí. Tarde o temprano lo lograremos, podremos escapar y dejar atrás toda esta sordera de miradas, y la ausencia de celo y la falta de ganas, las veinticuatro estrellas, el boleto perdedor, la distancia enquistada, la podredumbre rutinaria, el fetichismo barato, los restregones de portal, las sonrisas prestadas, el ron aguado, las canciones que hablan de mí y las que siempre dicen lo mismo. No volveremos a ver la misma puesta en escena en  otros escenarios, ni los mismos escenarios pero con otras escenas. Se acabarán el anís finlandés, el derrotismo español, el dramatismo acompasado, la culpabilidad cristiana, el folclore más rancio, las pisadas mal puestas. Y las bocas vacías, las batallas perdidas, las bragas intactas, los dedos callados, las nalgas gastadas, los tacones muy planos, el silencio apretado, la soledad compartida. Y las heridas que no sangran, los teléfonos que no suenan, la amalgama de labios, el sin sentido de las velas consumidas, las carreteras secundarias, el vacío de tus noches, los consejos de autoayuda, las baterías gastadas, el despecho regado, la apatía consagrada, los gatos abandonados, las coronas de flores, las absurdas baladas. Los pájaros moribundos, los aeropuertos vacíos, el tren que no llega, tu aliento en mi espalda, o en cualquier espalda. Y los relojes cansados, las brújulas sin imán, los perros sin olfato, los obispos sin fe, y los estados garantistas, las flores de plástico, los amigos de barra, tus pestañas tan largas, las cartas que nunca te envío, las raciones de hastío, las botellas de nostalgia, los vasos medio vacíos, las colillas desechadas. 
Y por fin las sobremesas serán interminables, los pintalabios muy rojos, los tangos arrastrados, los fados medievales y las penas solo las cantará Chavela. Las canciones de siempre sonarán como nunca, comeremos asado el domingo, los ríos serán caudalosos y las luciérnagas perezosas. Todos los sábados serán de pasión, y las tormentas pasajeras, la tierra mojada como la arena, regado todo de viento y de sol, y de buenas resacas, caricias eléctricas y sonrisas radioactivas. La gente aplaudirá en los aterrizajes, el cielo estará al ras del suelo, las medias serán de liguero, las naranjas enteras, el pelo cardado y el chocolate con fresas.
Pero por ahora solo nos queda seguir buscando a tientas la salida, sobreviviendo como una trucha o un canario, y construyendo con basura y desencuentros el templo donde planear el próximo paso en falso.

martes, 31 de enero de 2012

La inmortalidad de los mosquitos

Estaban tumbados en la cama, tan cerca que resultaba absurdo que ella ni siquiera recordara su nombre, así que para romper la candidez del momento espachurró de un manotazo un mosquito que jugueteaba sobre el hombro desnudo de él.

-Tiene gracia. Por más que tenga la fuerza y me crea en el derecho de aplastar así a un mosquito, no somos tan diferentes en el fondo: los dos somos igual de frágiles, absurdos y efímeros.- Puso sus manos sobre las de él solo para comparar, para cerciorarse de sus diferencias. Le gustaban aquellas manos tan grandes que parecían destinadas a la brutalidad y la torpeza.- Si quisieras tú también podrías matarme aquí y ahora, sin demasiado esfuerzo, usando solo tus manos; podrías ahogarme, partirme el cuello o golpearme la cabeza contra la mesita de noche hasta que la sangre salpicara tu cara.- Liberó una de sus manos y encendió un cigarrillo.-O podría morirme yo sola, aquí y ahora, sin venir a cuento: paro cardíaco, infarto cerebral, muerte súbita. Podría atragantarme con tu semen y morir ahogada y mal follada. Y entonces, ¿qué? Nada. No pasaría nada. La música, el cine, el sexo, las drogas, la poesía, los hospitales, los telediarios y el porno continuarían exisistiendo, sin perturbarse, viviendo y produciéndose a través de personas cuyas vidas son tan efímeras y valen tan poco como la tuya y la mía, ¿lo entiendes?

Él la miró aturdido, tal vez porque había estado demasiado concentrado en observar con detalle la forma de sus pezones o simplemente porque en ese momento no le llegaba suficiente sangre al cerebro.

-No lo sé, supongo...-Se preguntaba porqué le estaba pasando esto a él, porqué no se había encontrado a una chica de las que después del polvo reclama mimos y mentiras y no respuestas a grandes dilemas metafísicos.-¿Te importa si me quedo a dormir?

Ella aplastó el cigarrillo en el cenicero casi con desprecio y comenzó a ponerse lentamente las bragas. Pensó que por esto era mejor no traerlos a su casa, porque era más fácil irse a hurtadillas en cuanto se quedaban dormidos que echarlos cuando la cosa no daba para más.

-Lo siento, pero será mejor que te vayas.-Aunque su expresión era seria, tras los músculos faciales escondía una sonrisa. Observó desde la cama como él se movía torpemente desnudo por el dormitorio, recopilando la ropa que un par de horas antes habían esparcido por el suelo. Sin duda había sido un error de calculo compartirle la cama aunque fuera un rato. Se había dejado engatusar  por sus anchos hombros, la mandíbula poderosa y las zapatillas del 45, pero detrás de aquel conjunto armonioso de músculos y sangre no había nada que mereciera la pena conservar.

Por eso lo mejor era asustarle e incomodarle lo suficiente como para no tener que inventar una escusa con la que negarle su número de teléfono o un próximo encuentro. Aún así, antes de salir por la puerta él la miró por última vez con aire de corderito suplicante, a lo que ella respondió lanzándole un beso rojo con la punta de los dedos como señal de ultimátum. Cuando cerró la puerta, ella apagó la luz y se acurrucó bajo el edredón. Le hubiera gustado compartir la noche, pero era imposible con alguien incapaz de entender la sensación que persigue a los que constantemente esperan a un tren que no saben si quieren coger o a dónde se dirige, y que de vez en cuando piensan que tal vez lo mejor sería arrojarse a las vías en vez de volver a subir al mismo vagón de siempre.

Esa noche se cercioró de que no es el amor el elemento que consigue alejar de nuestras vidas la certeza constante de muerte, por mucho que algunos así lo prediquen. No, no es el amor, si no el sexo, pues es el sexo lo que aunque sea durante unos instantes nos acerca tanto a la muerte que consigue que nos creamos sus semejantes. Y cuando el sexo acaba y volvemos a ser mortales, el mundo retorna a su habitual forma gris y solo quedan las mentiras que nos ayudan día a día a vivir en el intento. 


Y la soledad, y el silencio.

sábado, 14 de enero de 2012

Resiliencia

Creo que me he roto. No tengo muy claro cuando ha podido pasar, ni cómo.
Tal vez comencé a romperme cuando comprendí que la idea del futuro como un lugar mejor es solo un engaño para sobrevivir a un presente de mierda. Puede que sea eso.
A lo mejor me rompí la primera vez que me vi reflejada en el cristal de separación de la sala de visitas del CIE, o en una de tantas veces que no me encuentro en el espejo. O peor aún, esas veces que me encuentro sin querer.
O en mitad de cualquier adiós disfrazado de hasta luego.
O cada vez que después del "jodida" no soy capaz de decir "pero contenta".
O sintiéndome una Casandra que se deja inútilmente la voz ante quienes han elegido ser mudos de conciencia y sufrir amnesia voluntaria.
O cualquier mañana al leer el periódico.
O con cada beso que no he dado.
O esa mañana en la que me pregunté a qué sabrán los desayunos en el fin del mundo y nadie vino conmigo a comprobarlo.
O cuando al salir de un bache me encuentro de frente con otro nuevo y más grande.
O aquella tarde en la que se podía escuchar con nitidez el goteo de la "salina fisiológica Grifols" porque el resto de los sonidos del hospital se murieron de repente.
O cada vez que es el reloj quien decide mi tiempo y el dinero quien elige mis necesidades.
No sé, a lo mejor...
El caso es que estoy casi segura de que me he roto.
Ya no funciono bien, ando toda desengrasada, desintonizada, sin cuerda.
Me tropiezo todo el tiempo y cada vez me cuesta más trabajo levantarme. Por si fuera poco, no sé de donde salen tantas zancadillas repentinas.
Las ideas se me atropellan y las palabras se me descalabran, cuando quiero decir amor me sale muerte, y si intento hacer acabo deshaciendo, y si quiero ir me quedo quieta, sin recordar para qué estoy aquí o de qué me hubiera servido poner un pie delante del otro y haber ido a ninguna parte.
Casi todo lo que toco se rompe, y lo que quiero alcanzar cada vez está más alto y yo cada vez soy más pequeñita.
El roto, para colmo, crece. A veces cruzando un semáforo se me cae la sonrisa y tardo semanas en encontrar una de repuesto, y las ganas se me van por el desagüe alegremente, atascando las tuberías y agotándome las baterías. 
Pero el colmo de los colmos es que al parecer no tengo garantía, y no hay mecánico ni piezas de repuesto ni santería o curandero capaces de arreglarme, y a mi de a poquito se me agota también la famosa capacidad de "autoregeneración".
Así que he pensado que siguiendo las normas de la sociedad de consumo, lo mejor será tirarme o venderme por piezas y comprar una nueva (seguro que ya existe una versión 2.0).
Pero para curarnos en salud vamos a esperar un poquito más, por si acaso el mito del fénix era verdad y este sabor a ceniza en todo significara que ya prontito me toca renacer.

La soledad

La soledad
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