domingo, 21 de octubre de 2012

LUNA DE MIEL SIN TI

Recorrí todos los puertos
buscando siempre el mismo agua,
mordí el polvo y escupí el semen,
me tragué las palabras y las torné en sangre,
me alcé derrotada en todas las cimas
hondeando la bandera de tu reino perdido
y bebí en más barras de las que puedo recordar
y colonicé al fin tu lado de la cama
dejando las ventanas abiertas
para fingirme que no te echo de menos
y que los vecinos no se enteren
de que son tus cartas las que no llegan.

CALLES ESTRECHAS

Verte para ver
que las palabras no se han roto,
que solo era necesario
volver a juntar los trozos.

Que la poesía y la noche
nos caminen verso a verso
por sendas de distancia y olvido
para acabar con este olvido distante.

Verte y escribir, escribir, y verte,
o escribirte para ver y ver así qué escribirte.

O dejar que se mueran las palabras
y se pudra el verso
y se derritan los cuentos,
que sean tus ojos los que hablen
y volver a ser poesía que pasea
por calles demasiado estrechas
como para volver a perdernos.

CAMBIAR LAS SÁBANAS

Sí, ya sé que llevamos mucho tiempo sin hablar, pero es que no se me ocurre nada que contarte, la verdad. Bueno si, que he decidido que hoy tampoco voy a cambiar las sábanas. La verdad, no veo la necesidad de hacerlo tan frecuentemente ahora que duermo siempre sola. Era divertida aquella época en que tenia que cambiarlas tan a menudo que a veces no les daba tiempo a secarse y tenias que dejarme unas prestadas, y otras veces era al revés y la que necesitaba mis sábanas eras tú, ¿te acuerdas? Parece que hace mucho tiempo y sin embargo...
En fin, que las sábanas se quedan como están. Mañana ya veremos. Así que no sé, supongo que tendré que buscar otra tarea inútil con la que llenar el día. Esas tenemos, si. Y no, no se me ocurre nada que hacer. Tal vez se deba a que de un tiempo a esta parte me parecen absurdas casi todas las rutinas que solía tener, como pintarme las uñas. Ultimamente las llevo siempre hechas un desastre, y sinceramente, querida, me importa una mierda. Bueno, en general, casi todo me importa una mierda. Me importa una mierda la poesía, me importa una mierda la política, me importa una mierda qué ponerme, me importa una mierda el cambio climático y si para comer hay lentejas o solomillo. Vamos, que podría decirse que he aceptado la frustración y la apatía como estados naturales absolutos y ya ni me sorprende lo poco que me importan las cosas que antes me importaban. Por ejemplo, ayer me puse a buscar el CD de Chavela que más me gustaba pero no apareció; buscándolo encontré uno de los Smiths y me pareció una buena elección, pero resultó que estaba rallado. Total, que acabé escuchando uno de esos deprimentes recopilatorios de baladas y no me importó, y así todo, no sé si me entiendes. O esas tardes en las que me planteo ver una peli de Fellini pero acabo tragándome cualquier serie yanki predecible e insípida, como si sintiera que Fellini no merece mi hastío. Eso si, no deja de sorprenderme la capacidad de algunos yankis para crear cosas banales y vacías de contenido.
No sé, chica, supongo que no me esperaba que la vida fuera esto. Y aún así aquí sigo, biologicamente viva. Mis necesidades básicas cubiertas, como esas personas que siguen con vida gracias a un respirador artificial pero sin ningún motivo más allá de complacer a ese absurdo instinto de supervivencia que al parecer traemos de serie. Una vida sin amor, sin riesgos, sin trabajo, sin amigos, sin magia. Simplemente inspirar, espirar, comer, digerir, defecar y dormir, con la única certeza de que nadie me va a dar el beso que consiga despertarme o a tener el valor suficiente para desconectar el interruptor...
En fin, nena, te dejo, que ya he divagado bastante entre autocompasión y chorradas por hoy. Ya te llamo yo un día de estos, que ahora tengo que hacer algo, estoy segura, pero no me acuerdo el qué... ¡Ah, si! ¡Cambiar las sábanas!
Un beso, y saluda a tu madre de mi parte. 

(22 de agosto de 2012)

FOTOSÍNTESIS

Cuando te fuiste planté lo nuestro en un macetero
y lo dejé en el rincón con más luz de la casa
para ver como nuestra historia crecía.
La riego cuidadosamente
y la visito de vez en cuando
para hablarle de ti
o de cualquier otra nimiedad.

Las hojas feas las quito
igual que ignoraba tus defectos,
y los nuevos brotes refuerzan mi creencia
de que algún día volverás.

Pero esta tarde he tenido un mal presentimiento,
o tal vez, peor aún, una revelación:
que lo nuestro es una quimera
y esto es solo una maceta,
y que no se trata de amor,
si no de fotosíntesis.


(23 de septiembre de 2012)

La soledad

La soledad
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