martes, 17 de septiembre de 2013

KIT DE INICIACIÓN A LA MEDIOCRIDAD



La vida se va gastando esperando a que la vida empiece, que se abra el telón y se sucedan una tras otra escenas dignas de ser vividas. Pero en la sala de espera el tiempo se escurre y las cosechas se pudren, las mieles de la juventud que nunca tuvimos se acabarán secando ante nuestra mirada indiferente alguna de esas mañanas en las que no somos capaces de sentir nada salvo que ya es demasiado pronto y que no nos importa una mierda toda esta tierra quemada a nuestros pies como si fuera una puta alfombra roja. Tal vez haya llegado el momento de encontrar consuelo a base de yoga, diazepam y vacaciones made in el corte inglés. Otra opción podría ser repetirnos sin cesar absurdas frases de autoayuda, de esas que si las entiendes al revés le acabas poniendo al buen tiempo mala cara; o convencernos de que la vida bohemia no puede encontrarse en tugurios llenos de humo y manos sin nombre y de que la tristeza nunca es del todo hermosa. Porque la palmadita en la espalda cada vez que haces lo que los demás consideran correcto nunca justifica el sacrificio, y cumplir los sueños ajenos siempre será la peor de las derrotas. Entonces titubeas sobre si volver o no a la sala de espera, a vivir tu propia farsa, que al fin y al cabo duele menos que recrearse en lo que fue y nunca será. Y así seguiremos, mirando al cielo esperando el milagro que nunca llega, deseando poder rebobinar la cinta y empezar de nuevo, hasta que nos demos cuenta de que hace mucho que matamos a dios, y entre risas y llantos recordemos que nunca creímos realmente en los milagros.

La soledad

La soledad
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