jueves, 7 de enero de 2010

ANTOLOGIA

Me he sacudido una a una las noches que no me visitaste y me he lavado con lejía todos los besos que no te atreviste a robar.
Comprendo ahora toda la mediocridad que se escondía en tu sonrisa ladeada de canalla desentrenado, y ya no me importa que te esfumes con la misma facilidad con la que solías aparecer.
Me he cansado de desesperarme, y ahora ya no espero ni siquiera que me devuelvas las risas que te presté.
Me dejaste con las ganas puestas y los pies atados para no poder escapar, pero ya me he curado el apetito en colchones más calientes que el tuyo y me he comprado unos tacones sin cordones para salir corriendo en dirección contraria a la de tu cuerpo.
He borrado tus ojos a base de miradas seductoras, y tus bromas absurdas ya no podrían hacer reír ni a una hiena como tú.
Las manzanas envenenadas de tu cuento dáselas a otras, que inventando cuentos a mi no me ganas, y desde luego a tus manos no hay quien se las crea.
Así que no te des por aludido cuando me pinto los labios de rojo-busco-guerra ni si bailo sola debajo de la lluvia o escribo notas de reproche en el fondo de mi vaso.
Tu juego era tan sucio que ahora comprendo que ni tú mismo comprendes las reglas, pero tarde o temprano te darás cuenta de tu error de cálculo cuando ninguna caperucita se crea que tus grandes dientes son para morderla mejor, y buscarás en el bosque con el rabo entre las piernas algún conejillo despistado al que romperle sin ganas las bragas en tu cueva, y te sabrá a poco y querrás regresar, pero ya no quedan puertas ni ventanas abiertas, que a base de tu cobardía y mi orgullo las he tapiado todas.
Y te quedarás solo, aullando a la luna que altanera responderá que le vayas con tus penas a otra, que esta gatita ya le ha contado que a don Juanes como tú se los merienda ella cada día.

La soledad

La soledad
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