martes, 17 de abril de 2012

Videojuegos de segunda

Desde aquí arriba el viento parece capaz de arrasar con todo, pero yo dejo que me balancee mientras la ropa vuela y recorre todos mis recovecos. Ante mis ojos se extiende la ciudad más allá de la ciudad, el impersonal y prediseñado suburbio con sus tiendas gourmet y sus guarderías bilingües. En el interior el parquet silencioso, los muebles de diseño sueco, las paredes asépticas y tu sueño pausado.

En mitad de todo esto contemplo mi reflejo como quien observa a un pingüino en medio de una fiesta tropical: no encajo. Demasiado poca cosa, excesivamente rara, no lo suficientemente cara, escasamente armoniosa. Me pregunto qué hago aquí, si no sería más digno agarrar mis cosas y largarme antes de que descubras que soy poco más que una intrusa y seas tú quien me invite a irme.

Me fijo en tus videojuegos y no puedo evitar reírme al sentirme una de ellos: la novedad cuyo lanzamiento coincidió con la semana más aburrida del año. Ese del que te encaprichaste tras probarlo un par de veces hasta que al final estuvo en tus manos. A pesar de no ser el tipo de juego que suele gustarte, la novedad mezclada con hastío te hacen jugar partida tras partida intensamente hasta que comiences a aburrirte y echar de menos los juegos de siempre, su calidad, los buenos gráficos, y entonces el juego experimental acabará en la estantería criando polvo. Y no lo echarás de menos, y cuando te encuentres con él te preguntarás cómo pudiste gastar en algo así tanto tiempo.

Comprendo que es absurdo y cruel compararme con algo que odio, así que deshecho de un manotazo mis pensamientos y me pincho sin querer con uno de los erizos de Schopenhauer. Finalmente decido volver a la cama, que con los tiempos que corren no viene mal un poco de calor. Y si se trata de un juego, pues que gane el mejor.
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