sábado, 12 de febrero de 2011

La chispa adecuada

Me sorprendo un día más buscándote en las huellas que dejé en ti, pero las has borrado tan minuciosamente que comienzo a dudar de si alguna vez volveré a encontrarme.

Tu cobardía se ha comido poco a poco las migas de pan que tontamente fui tirando por el camino que hay entre tu cuerpo y el mío, y ahora la distancia que nos separa es tan vasta que el vértigo no me deja asomarme a tus hombros y a tu ombligo.

Pero aún así sigo buscándote desde lejos, maldiciendote por hacerme merecedora de mis propias maldiciones de gitana vieja.

Hago un amasijo con los días que pasé sin ti, con las palabras que me vendiste y las que quise regalarte y con todas las noches que te perseguí sin rumbo por tus laberintos de cartón piedra. Los envuelvo furiosamente con una de tus miradas de cordero degollado y los rocío con tus mejores excusas, pero cuando intento prenderles fuego con mi amor propio no consigo hacerles arder, pues la chispa de odio que intento escupirte no es más que la sombra de otra desilusión mojada por todas las lágrimas que nunca cayeron por ti.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A veces las cosas tardan mucho en arder, las lágrimas mucho en secarse y en general olvidar y dejar de mirar cómo la hoguera arde o no arde cuesta tiempo y ganas.

A veces la hoguera ni siquiera llega a prender, pero cuando miramos donde la pusimos, misteriosamente, no queda nada.

Espero que un día de estos me explique usted esta entrada ^^

La soledad

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