Ayer la libertad y la esperanza del inocente,
del que se deja llevar y guiar
y no siente miedo al jugar con fuego.
Ayer, el juego.
Hoy la lucha, la frustración y la duda,
la búsqueda del que conoce el miedo a quemarse
mientras se resiste a asimilar la doctrina.
Hoy, la rutina.
Mañana el anillo, la hipoteca y los niños,
la apatía quemada del que ya ni cree ni lucha
y se deja sin más arrastrar por la corriente.
Mañana: la muerte.
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