Creo que me he roto. No tengo muy claro cuando ha podido pasar, ni cómo.
Tal vez comencé a romperme cuando comprendí que la idea del futuro como un lugar mejor es solo un engaño para sobrevivir a un presente de mierda. Puede que sea eso.
A lo mejor me rompí la primera vez que me vi reflejada en el cristal de separación de la sala de visitas del CIE, o en una de tantas veces que no me encuentro en el espejo. O peor aún, esas veces que me encuentro sin querer.
O en mitad de cualquier adiós disfrazado de hasta luego.
O cada vez que después del "jodida" no soy capaz de decir "pero contenta".
O sintiéndome una Casandra que se deja inútilmente la voz ante quienes han elegido ser mudos de conciencia y sufrir amnesia voluntaria.
O cualquier mañana al leer el periódico.
O con cada beso que no he dado.
O esa mañana en la que me pregunté a qué sabrán los desayunos en el fin del mundo y nadie vino conmigo a comprobarlo.
O cuando al salir de un bache me encuentro de frente con otro nuevo y más grande.
O aquella tarde en la que se podía escuchar con nitidez el goteo de la "salina fisiológica Grifols" porque el resto de los sonidos del hospital se murieron de repente.
O cada vez que es el reloj quien decide mi tiempo y el dinero quien elige mis necesidades.
No sé, a lo mejor...
El caso es que estoy casi segura de que me he roto.
Ya no funciono bien, ando toda desengrasada, desintonizada, sin cuerda.
Me tropiezo todo el tiempo y cada vez me cuesta más trabajo levantarme. Por si fuera poco, no sé de donde salen tantas zancadillas repentinas.
Las ideas se me atropellan y las palabras se me descalabran, cuando quiero decir amor me sale muerte, y si intento hacer acabo deshaciendo, y si quiero ir me quedo quieta, sin recordar para qué estoy aquí o de qué me hubiera servido poner un pie delante del otro y haber ido a ninguna parte.
Casi todo lo que toco se rompe, y lo que quiero alcanzar cada vez está más alto y yo cada vez soy más pequeñita.
El roto, para colmo, crece. A veces cruzando un semáforo se me cae la sonrisa y tardo semanas en encontrar una de repuesto, y las ganas se me van por el desagüe alegremente, atascando las tuberías y agotándome las baterías.
Pero el colmo de los colmos es que al parecer no tengo garantía, y no hay mecánico ni piezas de repuesto ni santería o curandero capaces de arreglarme, y a mi de a poquito se me agota también la famosa capacidad de "autoregeneración".
Así que he pensado que siguiendo las normas de la sociedad de consumo, lo mejor será tirarme o venderme por piezas y comprar una nueva (seguro que ya existe una versión 2.0).
Pero para curarnos en salud vamos a esperar un poquito más, por si acaso el mito del fénix era verdad y este sabor a ceniza en todo significara que ya prontito me toca renacer.
2 comentarios:
Está claro que esta mierda de vida sirve para que nos deleites con tus escritos al resto de los mortales. Sino no sería lo mismo! Muaks.
Hola! Después paso a leer. Soy amiga de Paula (la boluda).
Besos!!
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