sábado, 14 de enero de 2012

Resiliencia

Creo que me he roto. No tengo muy claro cuando ha podido pasar, ni cómo.
Tal vez comencé a romperme cuando comprendí que la idea del futuro como un lugar mejor es solo un engaño para sobrevivir a un presente de mierda. Puede que sea eso.
A lo mejor me rompí la primera vez que me vi reflejada en el cristal de separación de la sala de visitas del CIE, o en una de tantas veces que no me encuentro en el espejo. O peor aún, esas veces que me encuentro sin querer.
O en mitad de cualquier adiós disfrazado de hasta luego.
O cada vez que después del "jodida" no soy capaz de decir "pero contenta".
O sintiéndome una Casandra que se deja inútilmente la voz ante quienes han elegido ser mudos de conciencia y sufrir amnesia voluntaria.
O cualquier mañana al leer el periódico.
O con cada beso que no he dado.
O esa mañana en la que me pregunté a qué sabrán los desayunos en el fin del mundo y nadie vino conmigo a comprobarlo.
O cuando al salir de un bache me encuentro de frente con otro nuevo y más grande.
O aquella tarde en la que se podía escuchar con nitidez el goteo de la "salina fisiológica Grifols" porque el resto de los sonidos del hospital se murieron de repente.
O cada vez que es el reloj quien decide mi tiempo y el dinero quien elige mis necesidades.
No sé, a lo mejor...
El caso es que estoy casi segura de que me he roto.
Ya no funciono bien, ando toda desengrasada, desintonizada, sin cuerda.
Me tropiezo todo el tiempo y cada vez me cuesta más trabajo levantarme. Por si fuera poco, no sé de donde salen tantas zancadillas repentinas.
Las ideas se me atropellan y las palabras se me descalabran, cuando quiero decir amor me sale muerte, y si intento hacer acabo deshaciendo, y si quiero ir me quedo quieta, sin recordar para qué estoy aquí o de qué me hubiera servido poner un pie delante del otro y haber ido a ninguna parte.
Casi todo lo que toco se rompe, y lo que quiero alcanzar cada vez está más alto y yo cada vez soy más pequeñita.
El roto, para colmo, crece. A veces cruzando un semáforo se me cae la sonrisa y tardo semanas en encontrar una de repuesto, y las ganas se me van por el desagüe alegremente, atascando las tuberías y agotándome las baterías. 
Pero el colmo de los colmos es que al parecer no tengo garantía, y no hay mecánico ni piezas de repuesto ni santería o curandero capaces de arreglarme, y a mi de a poquito se me agota también la famosa capacidad de "autoregeneración".
Así que he pensado que siguiendo las normas de la sociedad de consumo, lo mejor será tirarme o venderme por piezas y comprar una nueva (seguro que ya existe una versión 2.0).
Pero para curarnos en salud vamos a esperar un poquito más, por si acaso el mito del fénix era verdad y este sabor a ceniza en todo significara que ya prontito me toca renacer.

2 comentarios:

Rafa Neural dijo...

Está claro que esta mierda de vida sirve para que nos deleites con tus escritos al resto de los mortales. Sino no sería lo mismo! Muaks.

Agus dijo...

Hola! Después paso a leer. Soy amiga de Paula (la boluda).
Besos!!

La soledad

La soledad
3 miradas