viernes, 12 de marzo de 2010

Viaje lunar

Me callo a gritos lo que siento al comprobar que las ráfagas de luciérnagas que te envié se han vuelto míseras polillas que se me devuelven con mensajes de desgarro y epitafios grabados en las alas, tan sucios como mis últimas palabras, tan rotos como ni nave espacial, tan crudos como las notas de aquella canción que nunca quise que me dedicaras.
Me deleitas con la mejor de tus ausencias solo para reiterar que te hice daño, y te culpas a ti misma de mi error con la premura de quien ha olvidado los sentimientos a fuego lento en la cocina. Yo me quedo inmóvil observando el espacio que antes llenabas, y no es que me sienta vacía, es solo que estoy demasiado llena de nada.
Tal vez la culpa la tiene ese fantasma que se esconde en los espejos con miedo a verme feliz, ese decrépito despojo que te niegas a creer que vive conmigo. Y por más que lo intento no consigo soñar ni caminar derecha, y empiezo a pensar que puede que ese sea el motivo por el que ninguna nave espacial me recoge a su paso. Por eso sigo aquí sentada en este asteroide sin rumbo, con un bolso demasiado grande como para esconderme dentro y un trozo de cartón apoyado en las rodillas que grita todo lo que yo me callo. “A la luna, por favor”.

1 comentario:

C dijo...

Nos empeñamos en hacernos daño. En un vano intento por desintegrar aquello que hubo quizás. Tal vez en la creencia de que es mejor mirar las ruinas de un edificio que construimos antes que ver sus puertas cerradas para siempre en nuestras narices.

Y lloramos cada ladrillo que tiramos, y competimos por ver quién destruye más, quién exhibe más miseria en el proceso. El proceso de matar vivo a un ser que todavía late, una eutanasia consentida por los familiares, pero nadie pudo obtener respuesta del enfermo. Lo siento mucho, a lo mejor soy egoísta, yo lo que quiero es desfibrilar, cortar, coser, quiero hacer todo lo posible por mantenerlo con vida. No sé si está mal o bien, sólo sé que no quiero ser cómplice en la defunción de algo que me devolvió la ilusión por vivir. Demasiado irónico, demasiado cruel.

Tan cruel como fui contigo cuando te obligué a ver cómo me arrancaba la piel. Eso no lo deberías haber visto. Cometimos un error tal vez, quizá no fue ni tuyo ni mio, a lo mejor tu fuiste cobarde lanzándomelo y yo lo fui al no recogerlo. A lo mejor soy demasiado ilusa, pero ahora que me he dado cuenta de eso, hay un ladrillo enfrente de mi, lo arranqué de cuajo de la pared hace un rato y, con tiento, lo coloco donde estaba.

Todavía quiero ser yo y sólo yo quien te recoja de tu asteroide y te lleve en un viaje lunar...

La soledad

La soledad
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