jueves, 13 de marzo de 2014

Ahora, el exilio

Me asomo a ti como quien espía por el hueco de una cerradura
y me pregunto dónde coño quedaron nuestras huellas,
si Mary Poppins sigue mostrando el camino a casa
y si la palabra casa tiene aún algún significado.
Los bares que servían poesía barata
lucen carteles de “se traspasa”
y las musas ya no fuman en los escalones,
ahora tienen horario de oficina y yoga de nueve a diez.
El epicentro de la revolución
ha sido tomado por las gentes de azul
y las palabras libertarias las cubrieron con publicidad
y desencanto.
Los amantes caníbales no llegaron a devorarse
y se limitan a soñar ahora con el polvo del sábado
(que nunca llega).
Yo por mi parte sigo camuflándome bien
entre tu humo y tu tristeza
y busco a tientas mi sombra,
que debe seguir vagando contigo,
felizmente infeliz como solo tú sabías hacerla
en aquel entonces en que la vida no solo se medía en minutos
mientras en tu espina dorsal se cruzaban el infierno y el paraíso
por los mismos recodos que ahora,
con los ojos turbios de tiempo y distancia,
me siguen pareciendo el más hermoso vertedero
en el que dejar florecer los sueños marchitos.

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La soledad

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