Nunca seré la chica del coro,
ni tampoco la rubia de la puerta de al lado.
Más bien soy de las que abruma y desquicia,
la que no sabe ser la nada de nadie,
la apátrida que nunca le presentarias a tus padres,
la que escucha y asiente incluso ante lo que no quiere escuchar,
la que sólo te apetece acariciar si está desnuda.
Pero tranquilo,
yo ya he aprendido a sobrevivir conmigo misma
y a disfrutar de la caída.
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